2 de diciembre de 2006

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Sobre la mesa las gafas y los papeles, en su cuerpo el cansancio; intentando pensar y descansar a la vez apagó la luz por un breve tiempo...
Tras la ventana los reflejos de los luminosos se encendían y apagaban como sus ideas.

No había vuelto a encender un cigarrillo desde hacía tres meses, pero era lo único que se le venía a la cabeza...
Con cuánto placer se hubiera fumado uno, a no ser por su ya avisado corazón...

En la calle sonaban algunas sirenas, la noche empezaba a ponerse fría y su cabeza, tan fría como la noche, sólo deseaba terminar el trabajo pendiente para volver a casa.

Sabía que había caído en un pozo de rutina, responsabilidades y actividades de las que no era fácil desligarse, a no ser porque en cada revisión médica su médico le recordaba que su corazón no daba más de sí y que, cualquier día, si continuaba con ese ritmo, debía atenerse a las circunstancias que le podían sobrevenir irremediablemente.

Cada vez que volvían a su mente ideas como fumar o médicos terminaba por trabajar; trabajar más y mejor.
Como si pensara que todavía podía retarse con su propio duelo.

Pero esta vez encendió la luz nuevamente y dejó el trabajo sin terminar...
Mañana la vida le estaría esperando, con suerte, para resolver todo lo que, en realidad, a él poco le importaba...
Tal vez pensó en su esposa, sus hijos...

El banco para el que trabajaba nunca le compensaría por todo el tiempo robado a su familia...
Pero él sí podía aún compensarles...

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