De mañana no pasa...

Cada día volvía a su casa con ese cansancio tan distinto al de otros días; menos sonrisas, más intromisión y unas ganas tremendas de no tener que pensar.
La televisión servía para evadirse e inmiscuirse en vidas ajenas, otros problemas; al menos ésos no le afectaban ni preocupaban.

Preparaba una cena ligera, conversaba poco con su pareja para acabar sumida en su único placer diario: tomarse una copa de buen vino, leer o escribir.

Dormirse agotada, mientras la luz de su dormitorio permanecía encendida la alejaba de los fantasmas del pasado, quizás últimamente la visitaban con demasiada frecuencia.

Sin embargo, ya no deseaba hablar con ellos, había aprendido que nunca el pasado fue mejor, porque no volvería a ser vivido jamás.
Empezó a darse cuenta que todo lo que tenía que hacer para no sentirse tan deprimida era ser realmente quien era; delante de todos, pero principalmente ante sí misma.
Ignorarse nunca fue la solución para nada,tenía que empezar a otorgarse la importancia que ella se debía desde hace mucho tiempo.

Cada mañana se levantaba con el firme propósito de no representar más su papel;sin embargo su propósito se iba diluyendo a lo largo del día, cada vez que callaba o consentía ante las voluntades ajenas,cada vez que se sentía ignorada.

Por esa causa, durante la noche, le pesaban tanto sus propias negaciones y silencios, más que todo el trabajo realizado durante la larga jornada laboral.

Darse una ducha empezaba a convertirse en un rito diario; dejaba correr el agua templada por su dolorida espalda mientras se repetía de nuevo:
-de mañana no pasa…-
Mientras a su pensamiento volvían, con nostalgia del pasado, sus mejores momentos...