15 de diciembre de 2007

Naufragio

Tenías la piel de marea mientras navegaba por ella; mis manos, como hambrientas gaviotas, sobrevolaban tu mastelero perfil de navío aventurero y marino.

Juntos arbolamos la mar y sólo pudimos cobijarnos bajo las sombras-cuevas de nuestros cuerpos.

El exceso de sal no podía resquebrajarnos los húmedos labios ni las firmes gavias, porque el amor siempre fue un preciado ungüento protector.

Durante la travesía nada dejamos a la deriva, hasta que intentamos resistirnos a la tremenda sed que nos provocábamos.
Fue entonces,al bebernos, cuando nos convertimos en náufragos…

5 comentarios:

  1. Es imposible resistirse a la sed... de besos.
    :)

    Un abrazo y feliz Navidad

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  2. El problema de saciar la sed mutua del otro es que te acabas convirtiendo en un náufrago, bonita metáfora, aunque le hace a uno preguntarse hasta qué punto es bueno saciar la propia sed para no naufragar

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  3. Y siempre el mar de fondo, como meta, en metáfora...

    Demasiado amor, pero ¿se ama demasiado como para convertirse uno en naufrago?

    Besos

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  4. .. "el amor siempre fue un preciado ungüento protector".. me ha gustado mucho esa definición y la idea de que nos convertimos en naúfragos cuando bebemos de el..
    .. un besito dominguero, Isabel.. ;-)

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  5. Isabel, extraordinario texto; tienes un muy precioso talento como escritora y como persona. Un abrazo enorme.

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