Siempre he buscado en las miradas una pequeña lumbre,algún rescoldo encendido que me indique si existe luz y calor por dentro. Porque me ahuyenta el frío de la indiferencia,de la altivez; de esa noche cerrada que algunos, intuyo, alojan en su interior. Extraño, a menudo, alguna ráfaga de luz; de ésas que nacen en los ojos que destellan paz,alegría...
Esa luz, como un aura, que todos deberíamos poder descubrir al mirarnos. Cuánto me gustan los ojos que mirando hablan y escuchan...
Ojos que no recorran mi fisonomía,como si de un mapa se tratase. Ojos que me descubran sin explorar. Ojos que me presten mucho más que atención... Ojos amigables que me conduzcan al fondo de lo que digan.O no digan... Ojos que pongan,de verdad, el corazón en la mirada y que ,tal vez, algún día esa mirada se cruce con la mía...
Una vez más,antes de sentarse, vuelve a sacudir los pelos del gato que encuentra por el sofá, con un gesto casi automático del que ya no es capaz de librarse. A continuación retoma la lectura del libro "Padres obedientes, niños tiranos” que había dejado abierto sobre la mesa; no sin antes echar un vistazo a través de la ventana entreabierta de la pequeña habitación.
Le gusta imaginarse el resto de las conversaciones que oye al paso de la gente. Palabras sueltas, piezas de puzzles que le sirven para pensar sobre sus asuntos.
A veces el amor, otras el cansancio, las alegrías y las penas, los deseos, las desilusiones... Asuntos propios y conversaciones ajenas que la consuelan pensando que a todos ,de alguna manera, nos preocupan las mismas cosas....
La gente habla de la vida que lleva; sus sufrimientos y sus satisfacciones… Porque, al fin y al cabo, de eso se trata la vida.
Continúa en el mismo párrafo, buscando la palabra que leyó por última vez… Mantiene la vista sobre las páginas del libro mientras sus oídos siguen rastreando cualquier sonido que llega del exterior. Parece que hoy no consigue centrarse en la lectura.
Un par de mujeres, de mediana edad, se han parado delante de su ventana; casualmente hablan sobre las últimas discusiones con sus hijos.
Conflictos generacionales, rebeldías; en fin, nada nuevo… Por segunda vez sigue intentando prestar atención a lo que lee, sin demasiada suerte. Acaba por cerrar el libro y, en silencio, sigue escuchando la conversación…
Nunca me imaginé que mi hija actuara de esta manera - decía una de ellas - manteniendo un gesto preocupado en la cara. No sé qué hacer ni cómo acertar; ya no es una niña - le seguía explicando a su amiga.
Tras los leves visillos, la impotencia ante los hijos era el tema principal de la conversación. Esa frustración, latente en la conversación, le bastó para lanzar un profundo suspiro al aire y tomar delicadamente entre sus brazos al tranquilo Nimbo; que acababa de saltar sobre sus piernas en busca de algunos mimos.
Pasando con suavidad la mano por su lomo dijo con el mismo tono de frustración: Nimbo, yo tampoco sé qué hacer; no lo sé...
Aquel álamo blanco, vestido de viento, susurra con los lunares; hojas de plata y verde, bailando por soleares. Volantes tienen los pétalos, un revuelo de rosales, taconeo y castañuelas; no hay espinas en los compases del patio donde nací.
Alegre coro de pájaros cantando por alegrías; naranjitas y limones juegan en los balcones con aromas del jazmín.
Alta sombra cantarina ese faro de Alejandría que me creció en el jardín. No te secó mi memoria, te arrancaron de raíz.
Tengo el alma preñada de lunes, como esperando parir otros días. Cansada del tiempo gastado en mejorar la esperanza. Absorta ante cualquier destino mejor que el esperado; desprovista de ganas y motivos que superen estos días siempre tan lentos y vacuos.
Añoro la premura del momento que en otros yo detestaba. Me siento cigarra cantora mirando a las tenaces hormigas, de tajo a tajo, cumpliendo.
Cabezas bien agachadas, empleados con esfuerzo en hacer bien su trabajo y tener al patrón contento “pa” que le cuadren las cuentas.
Ésas que a nosotros, “pobrecitos” tan ineptos, nunca nos salen perfectas porque sumandos nos faltan. Que la crisis,ya sabemos, nunca pasará factura a los que viven del cuento…
Hoy, un conocido político español ha publicado un artículo en la prensa española; en él se puede leer una frase que llamó mi atención: “el mundo ya cambió, pero nosotros no”. Me temo que estoy de acuerdo, en parte, con esta afirmación.
A veces confiamos tan poco en los políticos que no escuchamos bien “las perlas” de lucidez que dicen. Quizás mienten tanto que cuando se les escapa alguna verdad queda tapada por las infinitas falacias que derrochan, con tal de convencer. El mundo ha cambiado, sí…Y mucho.
Ha cambiado su fisonomía, su orografía, su climatología, su demografía, etc. Aunque el aspecto externo y el pensamiento humano hayan evolucionado hasta nuestros días, la manera de actuar del hombre poco ha cambiado en sí.
Seguimos cometiendo, casi, los mismos errores. Alimentando guerras, matando para prevalecer, inventando nuevas formas de esclavitud, explotando recursos humanos y terrestres; olvidándonos de la importancia vital de su equilibrio.
Queriendo ignorar que ningún país tiene la exclusiva de los bienes, del hambre, de los medicamentos, de la salud, de la paz, de la vida y de la muerte…
Seguimos formando, a lo largo de nuestra extensa Historia, una amalgama de desarrollo y subdesarrollo, de ricos y pobres, de poderosos y sometidos, de ilustrados y analfabetos, de trabajadores y desempleados, de sanos y enfermos; somos un desintegrado mundo de países emergentes y sumergidos… Un conglomerado, al fin, de seres con futuro o sin él.
Todos somos protagonistas y testigos a la vez. Al reflexionar sobre esto, es fácil creer que no; que no hemos cambiado en absoluto. Por eso el mundo nos esta gritando que ya no puede más…
Siempre he buscado en las miradas una pequeña lumbre,algún rescoldo encendido que me indique si existe luz y calor por dentro.
