24 de abril de 2007

Eusebio

Me gusta pasarme por su pequeño huerto; Eusebio cuando sale de su Madrid habitual para llegar a este rincón onubense parece tener unos setenta y pocos años, y sin embargo cuando regresa a la fría capital invernal, tras su larga estancia en el sur, parecen ser por lo menos ochenta y muchos,porque casi antes de marcharse ya empieza a añorar ese pequeño trozo de tierra…

En realidad no sé los años que tiene, sí sé de sus dolores, su artritis y su dificultad para estar mucho tiempo en pie.
Son ya muchos los años transcurridos desde que decidió asentarse con su esposa, con bastante dificultad para moverse también, en este pequeño lugar de la costa de Huelva, donde suelen acomodarse desde la temprana primavera hasta bien entrado el otoñal mes de octubre.

Siempre que paso por su casa le encuentro trabajando en su huerto, donde puedes encontrar tomates, pimientos, lechugas, calabacines, patatas, coliflores, cebollas y un sinfín de productos con los que se abastecen.

En muchas ocasiones le he oído renegar de la mala calidad de los productos que encuentra en el mercado, siempre dice que no valen nada en comparación con los que laboriosamente produce su huerto.
Tiene un pozo de unos nueve metros de profundidad, que cavó el mismo hace algunos años con ayuda de algún vecino.
Siempre tiene agua de sobra para regar su sembrado…
También cuenta, tan singular huerto, con árboles frutales que él mismo injerta; tiene una parra que es un auténtico frente de guerra entre los rabilargos y sus uvas; siempre intenta cubrirlas con una red porque enseguida que se descuida esos endemoniados pajarracos atacan sus uvas sin misericordia,según me relata.

Suele cubrir con esfuerzo y mimo parte del sembrado porque los gatos callejeros se cuelan entre las rejas, escarban sobre la tierra y destrozan algunas de sus mimadas cosechas.

Sé que este pequeño hombre, trabaja mucho y se ve la felicidad en su rostro cuando, tras la verja, se paran los vecinos y le preguntan por sus logros o algunas pequeñas dudas, como si se tratase de la consulta de un consumado experto en horticultura.

Algún que otro afortunado vecino o amigo disfruta de la ventaja de tener durante el verano, sobre su mesa, una de las mejores exquisiteces de su huerto: los excelentes tomates de aliño del viejo Eusebio…

A este hombre menudo, aparentemente débil,cuando cuida el huerto le crecen las fuerzas, su movilidad se activa y su vida parece prolongarse tanto como la luz de los días que avanzan hacia el verano.
Me gusta escucharle, me gusta hacerle preguntas sobre los secretos del los variados cultivos y me encanta decirle que tiene uno de los huertos más productivos que conozco; conseguido con la dedicación de quien necesita tanto esfuerzo para moverse, aunque para lograrlo le es imprescindible saber que su tierra le espera y necesita.

En verdad no sé quién necesita más a quién…
Ese pequeño huerto de sus cuidados o él de su anual y vital pacto con la tierra.

Eusebio me enseña cada vez que le veo trabajando, a duras penas encorvado sobre la tierra, que cuando algo se ama mucho es capaz de ofrecernos el aliento necesario para salir adelante superando achaques, quejas y dolores; nada duele cuando el trabajo es placer…
Pero,especialmente,nada fortalece más y nos da más confianza que sentirnos útiles

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Sentirnos útiles es vital...

thoti dijo...

.. cultivemos generosamente en el huerto de las personas cercanas, y a pesar de nuestras fatigas y viejas frustraciones, obtendremos una hermosa cosecha de sentido, amistad y satisfacción personal..

Isabel dijo...

Alberto,saberse útil es uno de los fundamentos básicos para nuestra propia autoestima...Un besazo,amigo.

Thoti,cierto es que hay que ser cuidadosos cultivando afectos y amistades..Un beso grande.

Candelas Sanchez Hormigos dijo...

Saberse útil... la tierra, las manos, el agua, el sol, el cariño del trabajo realizado.

La tierra infunde una energía, tal vez por su composición, tal vez por el fuego interior, que rejuvenece, que ayuda, que incita a seguir.

Me ha gustado el huerto de Eusebio.

Un beso

poca luz dijo...

...entrañable, absolutamente cercano.