4 de octubre de 2007

En la radio...

Y allí estaba ella, tan fresca, resuelta y decidida que nada en el mundo podía amenazar su voluntad de vivir…

Aún joven, casi rozando una madurez altiva y sin complejos.
Su pelo era una estela de rizos negros que colgaban sobre los hombros con suavidad.
Tenía la costumbre de hablar alto, tal vez porque pensaba que no tenia nada que esconder y que toda su vida era un libro abierto.

Iba con prisa a todas partes porque su día era una jornada llena de actividades frenéticas y caóticas; aunque sabía bien que ya era hora de poner un poco de orden en su vida.

Todas las mañanas solía desayunar con Pedro, su compañero en la oficina, amigo de confidencias y desesperaciones hasta la saciedad, porque sabía escucharla con interés; él siempre la escuchaba.

Vivía en un piso antiguo, única herencia que había recibido de sus padres, en una zona tranquila de clase media de Madrid.
Cada mañana, camino del trabajo, fijaba su atención contando las mujeres embarazadas que encontraba o llevando a sus pequeños bebes hacia la guardería. Cada día sumaba más…

Ella no tenía pareja, ni hijos y eso le provocaba cierta nostalgia.

Después cambiaba la dirección de sus pensamientos y volvía a pensar en sus asuntos más cotidianos.

Por lo general, nunca le sucedía nada inesperado, su vida era tan caótica como metódica; consistía en hacer muchas cosas en el menor tiempo posible, para terminar, un día más, exhausta sobre el sofá de su casa.
Su vida diaria estaba compuesta de un trabajo bien hecho, unas pocas salidas nocturnas,algunas contadas novedades y toda la televisión posible que le permitían sus párpados antes de cerrarse.

Muchos eran sus conocidos, pero pocos los escogidos a los que les entregaba su sinceridad.

Como cada noche, al acostarse, encendía la radio un rato hasta quedarse dormida; sentía debilidad por esos programas en los que las personas contaban algún problema o circunstancia de sus vidas.

Esa noche escuchó una voz que le resultaba familiar, subió un poco más el volumen y prestó más atención…

No podía creer lo que oía; el corazón le latía con fuerza porque reconocía esa voz a la perfección, sabía quién era la persona que estaba contando, en un tono grave y deprimido, que amaba con locura a una mujer, pero nunca se había atrevido a confesarle sus sentimientos.

No quería que la amistad entre ellos terminase, por eso compartir el día a día con ella se había convertido en el mayor placer y, a la vez, la mayor frustración que podía sentir.

En realidad, su vida matrimonial era una pura farsa, porque a quien amaba de verdad, desde hacía mucho tiempo en silencio, era a esa mujer especial que llenaba todas sus horas.
La mujer de su vida era su propia compañera de oficina.
Sin embargo, por primera vez, era ella la que atentamente le estaba escuchando…

6 comentarios:

Anónimo dijo...

La radio marca los minutos de la vida; es diario, las horas, el libro; los días.
Abrazos.

ROSA dijo...

Me ha encantado porque me ha interesado y me ha enganchado.
Muy bien escrita y bien utilizado lo inesperado y lo más humano:el amor secreto nunca falla como tema.
Besitos.
Por cierto me ha gustado mucho tu blog de fotos.

Nobska dijo...

No me esperaba ese final, pero no entiendo de que me sorprendo. Así es la realidad, tal y como tu la relatas con todos estos elementos inesperados, insospechados. Me encanto!

Un abrazote.

thoti dijo...

.. escuchar.. saber escuchar.. parece muy importante..
.. besos por las ondas..

María Elisa Quiaro dijo...

el sentido del oido puede llevarnosa través del laberinto. saludos

almena dijo...

Estoy segura de que podría ser una historia real.
:)
Un beso!