6 de mayo de 2009

Árboles torcidos

Una vez más,antes de sentarse, vuelve a sacudir los pelos del gato que encuentra por el sofá, con un gesto casi automático del que ya no es capaz de librarse.
A continuación retoma la lectura del libro "Padres obedientes, niños tiranos” que había dejado abierto sobre la mesa; no sin antes echar un vistazo a través de la ventana entreabierta de la pequeña habitación.

Le gusta imaginarse el resto de las conversaciones que oye al paso de la gente.
Palabras sueltas, piezas de puzzles que le sirven para pensar sobre sus asuntos.

A veces el amor, otras el cansancio, las alegrías y las penas, los deseos, las desilusiones...
Asuntos propios y conversaciones ajenas que la consuelan pensando que a todos ,de alguna manera, nos preocupan las mismas cosas....

La gente habla de la vida que lleva; sus sufrimientos y sus satisfacciones…
Porque, al fin y al cabo, de eso se trata la vida.

Continúa en el mismo párrafo, buscando la palabra que leyó por última vez…
Mantiene la vista sobre las páginas del libro mientras sus oídos siguen rastreando cualquier sonido que llega del exterior.
Parece que hoy no consigue centrarse en la lectura.

Un par de mujeres, de mediana edad, se han parado delante de su ventana; casualmente hablan sobre las últimas discusiones con sus hijos.

Conflictos generacionales, rebeldías; en fin, nada nuevo…
Por segunda vez sigue intentando prestar atención a lo que lee, sin demasiada suerte.
Acaba por cerrar el libro y, en silencio, sigue escuchando la conversación…

Nunca me imaginé que mi hija actuara de esta manera - decía una de ellas - manteniendo un gesto preocupado en la cara.
No sé qué hacer ni cómo acertar; ya no es una niña - le seguía explicando a su amiga.

Tras los leves visillos, la impotencia ante los hijos era el tema principal de la conversación.
Esa frustración, latente en la conversación, le bastó para lanzar un profundo suspiro al aire y tomar delicadamente entre sus brazos al tranquilo Nimbo; que acababa de saltar sobre sus piernas en busca de algunos mimos.

Pasando con suavidad la mano por su lomo dijo con el mismo tono de frustración:
Nimbo, yo tampoco sé qué hacer; no lo sé...

Imagen:Galería Universia



Intérprete: Vainica Doble - Nana de una madre muy madre

6 comentarios:

Ligia dijo...

Los hijos... dan satisfacciones, pero también muchas preocupaciones. Nadie nos enseña a ser padres. Muy bonito, Isabel. Abrazos

Camille Stein dijo...

siempre me gustó imaginar las vidas de los desconocidos a través de sus conversaciones sueltas

... después, irremediablemente, sabes que las palabras de los extraños son una reflexión indirecta sobre tu propia existencia

un beso

Isabel dijo...

Ligia, ser padres es un difícil y largo camino que se aprende y entiende solamente andándolo...
Un beso,amiga.

Camille,en ocasiones leemos nuestra propia vida en los labios ajenos..
Qué buen "comentarista" eres,amigo.Un fuerte abrazo.:-)

ROSA dijo...

El amor puede salvarnos o condenarnos.
Lo realmente alucinante del caso es que siempre hay alguien que redime al condenado: por amor.
Un besazo hermanita

Isabel dijo...

Rosa,si el amor no nos mueve es que perdimos la batalla antes de comenzarla.Besotes. :-)

KePaNuK dijo...

El arbol me recordo a la portada de un album de Chambao... es cierto que nadie nos enseña a ser padres, que lo damos todo, a veces ese todo es mucho, otras veces es poco... eso no lo sabremos hasta que el árbol este ya crecido... tratamos siempre de no hacerle sombra, de regarlo a diario, de procurarle lo necesario para que crezca derechito, soñamos en que dará muchos frutos, que será fuerte y resistirá todo tipo de cambios y catastrofes...
Nosotros también fuimos semillas, ramitas y tal vez no somos los árboles que esperaron nuestros padres, tal vez estuvimos algún tiempo torcidos y necesitamos de la ayuda de otros para enderezarnos y volver a sonreirle al sol... y aquí estamos, creciendo aún, engruezando el tronco y aún cambiando las hojas...
es el ciclo sin fin de esta hermosa oportunidad, llamada vida...
muy lindo post!!